La Ramona se presentaba con una configuración de oficina dentro de un edificio extremadamente delicado y urbanísticamente catalogado. Con tal de recuperar la naturaleza propia de la finca, se derribaron particiones y se desnudaron los elementos estructurales. Las nuevas divisiones que resuelven el programa se desencajan en dos tramos a cota 2,20 m para fijar una altura doméstica continua en todo el perímetro de la vivienda. En los elementos existentes esta acotación se traduce en un zócalo invertido de yeso a buena vista coronando la fábrica repicada. El proyecto se materializa des del solapamiento de dos planos: los horizontales aportan calidez –a través del entrevigado cerámico en el techo y el entarimado de madera– y las superficies verticales ofrecen neutralidad a través de los acabados blancos, únicamente interrumpidos por las puertas de aglomerado visto.