La Laia trata de la transformación de un antiguo taller que ocupaba toda la profundidad de la parcela en una vivienda en planta baja. La primera decisión fue derribar toda la edificación situada en el interior manzana consiguiendo así un gran espacio exterior al que se conecta, tanto visual como físicamente el programa de día de la vivienda. Las divisiones no llegan al techo, y sirven tanto para segregar usos, como para el almacenaje general de la vivienda, permitiendo el paso de luz natural a las piezas interiores. Para resolver la privacidad de la vivienda respecto a la calle se inserta una pieza semi-exterior de patio, a modo filtro, que genera una transición entre el interior y el exterior.